
La vida de los hermanos dominicos (llamados conversos, legos o cooperadores, según la época) ha permanecido muchas veces oculta o casi inadvertida. Así, no resulta sorpresivo que su actividad, con la excepción ocasional de los beatos y canonizados, haya recibido muy poca o ninguna atención en los recuentos históricos de la Orden de Predicadores. Sin embargo, hasta el siglo XVIII, la mayoría de los frailes clérigos (fratres communes) también llevaba una vida oculta en el convento. Solo aquellos que tenían licencia para predicar y los maestros en teología salían con frecuencia del claustro. En este sentido, la “vida oculta” de casi todos los conversos no era diferente a la de la mayoría de sus hermanos clérigos. No obstante, los hermanos permanecían desconocidos, incluso más que los “frailes comunes”.