Para que una situación pueda mejorar es absolutamente indispensable ver que ella no está bien, percibir una brecha entre lo que existe y lo que podría existir.
Considero que el problema más grave de la situación actual de la filosofía en Brasil es precisamente ese: el hecho de no percibirse ningún problema, de creer que está todo bien, que los muchos problemas aún existentes son todos internos a una concepción de la actividad filosófica que no merece ser criticada ella misma.
En el regreso de algún encuentro de la ANPOF1, las personas vuelven entusiasmadas ante el amplio espectro de actividades filosóficas que se desarrollan en el país: los trabajos son de calidad, muchos de ellos son después (o fueron antes) presentados en el exterior, en Europa o en Estados Unidos, y no se quedan a la zaga de los trabajos de colegas extranjeros; las universidades poseen sus cursos de post-graduación en marcha, las evaluaciones institucionales funcionan a satisfacción, los estudios son profundos y serios, las habilitaciones atribuidas con criterio; aumenta el número de revistas especializadas y de procedimientos electrónicos de rápido acceso a las mismas, los encuentros nacionales de filosofía proliferan, y existe un amplio público interesado en cuestiones filosóficas.
Dejamos definitivamente atrás el diletantismo, la improvisación y la “Filosofía suelta”, para entrar en el sendero de la seriedad profesional y de los trabajos de prestigio. Ningún problema y por lo tanto ninguna necesidad de solución. ¿Solucionar qué, si todo está tan bien…?
Por: Julio Cabrera
Profesor de la Universidad de Brasilia
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