En un contexto postmoderno, en el cual se ha devaluado tanto el poder de la razón como la importancia de los compromisos y deberes éticos, el creyente debe volver los pasos hacia una fundamentación racional y moral de Dios.
Este breve y panorámico estudio tiene como objetivo aportar unas líneas de comprensión que permitan acercarnos al concepto de Dios en Kant señalando los argumentos principales en cuatro momentos específicos y fundamentales del desarrollo de su filosofía crítica. Para cumplir con ese cometido se enunciarán las relaciones conceptuales más relevantes alrededor de las significaciones acerca de la naturaleza y Dios, las pruebas de la existencia de Dios, los postulados de la razón práctica y la religión moral.
Introducción
Kant fue pietista, educado en grandes exigencias religiosas que forjaron su carácter riguroso, preciso y radical. Hijo de la ilustración, lleva las fronteras de la autonomía racional a lugares que ni él mismo sospechó cuando iniciaba su recorrido filosófico. Da buena muerte a la absolutez del pensamiento metafísico y vacía de contenido los envases infinitos del concepto de Dios, llenándolos ahora con el de la subjetividad humana -cognoscente y práctica-, erigida como el mayor punto de articulación de la realidad. Dios se postulará como un ideal que posibilita las perfecciones de la moral. A continuación, esbozamos su concepto de Dios recorriendo cuatro grandes momentos de su producción, enlazando el horizonte de lo teórico, con el de lo práctico y lo religioso en cuatro relaciones que delimitan el concepto de Dios en el desarrollo de su filosofía crítica.
Dios y naturaleza en la etapa precrítica
Iniciamos nuestro breve recorrido con Historia natural y teoría de los cielos, (1755), que representa una exposición rigurosa y amena acerca de la cosmología, fundada en las informaciones de científicos como Newton, Tycho Brache, Huygens, Herschel, Laplace y otros. En este primer momento de la obra kantiana mantiene una polémica con Newton, aunque su posición aún permite la comprensión de Dios mediante comprobaciones teóricas de corte tradicional. No ha decantado todavía los principios de la filosofía crítica.
Kant estableció allí que, más allá del sentido de los órdenes terrestres, solares y cósmicos, en relación con un Ser Supremo, el universo infinito opera como “una realidad ordenada de una manera puramente mecánica, sin requerir ni de causas finales ni de intervenciones ocasionalistas de Dios en la marcha del mundo” (Pannenberg, 2001, p. 204). Con ello aparta cualquier tentación de providencialismo y también se aleja de la percepción newtoniana, que veía en el espacio y el tiempo “el sensorium Dei, es decir, el medio por el cual Dios está presente a cada una de sus criaturas en su lugar respectivo” (p. 213). Espacio y tiempo que serían los canales por los que Dios desplegó su actividad creadora. Kant da a la naturaleza el carácter de composición progresiva, compleja, a través de la eternidad y del infinito, pero a la materia de esos universos le atribuye como razón creadora, a Dios; de suerte que la perfección de la mecánica natural es demostración de la acción creadora:
Todo lo que entre sí se relaciona en una mutua armonía, ha de estar ligado entre sí en un solo ser del cual depende en su totalidad. Por consiguiente, existe un ser de todos los seres, una razón infinita y una sabiduría autónoma de donde hasta en su sola posibilidad la naturaleza deriva su origen en toda la esencia de las determinaciones. Ahora ya no se puede negar la capacidad de la naturaleza, porque ello menoscabaría la existencia de un Ser Supremo; cuanto más perfecta sea en sus desarrollos, cuanto mejor conduzca sus leyes generales hacia el orden y la coincidencia, tanto mejor prueba es ella de la deidad de la cual deriva estas condiciones. (Kant, 1946, p. 147)
Muy cerca a Spinoza, la mecánica de la naturaleza expresa la dependencia del mundo respecto a Dios, pero al tiempo afirma su radical diferencia. El medioevo y, más contemporáneo, Leibniz, consideraban que de la materia preexistente, Dios daba forma y orientación como el famoso demiurgo, en una perspectiva muy platónica. Criticando tal percepción platonizante de Leibniz, para luego proponer Kant, que la materia fue ordenada por Dios desde unas ideas preexistentes; permitía desterrar a Dios de la creación y caer en un ateísmo sutil, pues Dios no sería el autor de la materia, sino solamente un moldeador, un ensamblador de relaciones un tanto artificiales. Y Kant en este punto de su reflexión define a Dios no como artífice, sino como creador, como generador de la realidad. Tras el acto creador, la materia, la naturaleza, lo mundano, gozaría de una perfecta autonomía en cuya contingencia se manifestaba la libertad del acto creador divino. Las leyes generales, la concordancia entre las fuerzas de la naturaleza, antes que disputar a Dios el gobierno de la naturaleza, hablan del origen del universo en un “único y supremo entendimiento” (Kant citado por Pannenberg, p. 205).
Por Jaime Ricardo Reyes Calderón
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